Psicopatía y política

Cristina Rius Saenz
Caudete
30/04/10

La psicopatía es un trastorno psicológico caracterizado por una total escisión entre razón y emoción. El pensamiento del psicópata es racional y pragmático, se centra en los propios intereses, es indiferente a las consecuencias de sus actos y a los sentimientos y pensamientos de los demás, y no repara en los medios utilizados para alcanzar sus objetivos, por más reprobables, violentos o perjudiciales que sean estos medios. El psicópata carece de empatía, es decir, no puede ponerse en el lugar de los demás, de modo que no sólo omite los sentimientos de las otras personas, sino que desprecia los pensamientos, opiniones y actos de éstas.

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Ello determina una total insensibilidad en el aspecto emocional, y en el ámbito racional la existencia de un pensamiento único, egocéntrico, rígido y autoritario. El psicópata es mentiroso y manipulador, simula hallarse integrado en su medio social y establecer buenas relaciones con los demás. Incluso en los casos de mayor gravedad del trastorno, puede desarrollar con normalidad sus actividades en todos los ámbitos de la vida. Estas características hacen que la enfermedad sea difícil de detectar, y que sólo se conozca a través de las consecuencias de los actos del psicópata, cuando éstos son descubiertos o alcanzan notoria trascendencia.

Cuando individuos con personalidad psicopática ocupan cargos de responsabilidad, la gravedad de las citadas consecuencias están en relación directa con la importancia del cargo, no sólo debido a las repercusiones de los actos de quienes dirigen, sino al número de personas que se ven afectadas por sus decisiones. Los líderes políticos y de gobierno que padecen transtornos psicopáticos son el ejemplo más notorio en este aspecto. Algunas políticas sólo están orientadas para servir a intereses cuya única aspiración es la obtención de algún tipo de beneficio.

La planificación de las estrategias coherentes con esos fines no reparan en consideraciones de ningún tipo acerca de los medios a utilizar ni tienen en cuenta las consecuencias negativas que puedan derivarse de su ejecución. Las políticas de este tipo son diseñadas de modo pragmático y estrictamente racional, están dirigidas hacia objetivos concretos y son por completo insensibles a las necesidades de las personas y a los perjuicios que puedan provocarles. Políticas de esta índole sólo pueden ser concebidas y llevadas a la práctica por individuos con personalidad psicopática, ya que requieren una absoluta insensibilidad emocional y un pensamiento único y excluyente, inflexible y autoritario, e indiferente a los sentimientos y pensamientos ajenos. Desde esta perspectiva, sólo los psicópatas son idóneos para ejercer de forma efectiva algún tipo de mando o detentar el poder, pues dicho ejercicio, por sus características, requiere de un tipo de personalidad específica, que es de hecho una personalidad anormal y enferma.

Convencidos, los dirigentes psicópatas se consideran en posesión de verdades absolutas, persisten de manera insistente y repetitiva en su discurso y propósitos, ignoran y desprecian las opiniones mayoritarias de los ciudadanos que le otorgaron el poder, mienten y manipulan para conservarlo, y son por completo insensibles a los sufrimientos que pueden derivarse de las acciones que promueven. Sólo prima en ellos el logro, al precio que sea, de los objetivos que se han trazado de manera inflexible.

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